Mantenernos activos, aunque sea ligeramente, mejora nuestro estado de salud y además nos otorga grandes beneficios en aspectos relacionados con la longevidad. Es decir, no solo vivimos mejor sino que también vivimos más. Una investigación prolongada llevada a cabo en Europa y EEUU certifica que aquellas personas que realizaban actividad física, aunque fuera menos de la recomendada, presentaban una disminución considerable del riesgo de muerte en comparación con aquellas que no se ejercitaban.
El estudio “Physical Activity Guidelines” (2008) recomienda un mínimo de 150 minutos de intensidad moderada o 75 minutos de actividad física intensa por semana para lograr un considerable beneficio para nuestra salud. Los investigadores combinaron los datos de más de 660.000 hombres y mujeres analizados durante más de 14 años. El riesgo de mortalidad fue un 31% menor para los individuos que se ejercitaban entre 1 y 2 veces el mínimo recomendado y un 37% para los que realizaron de 2 a 3 veces, llegando a estabilizarse en el grupo que realizaba de 3 a 5 veces la actividad mínima. De lo que no había ninguna evidencia en el estudio es de que ejercitarse, incluso 10 veces lo mínimo recomendado, hiciera el menor daño a los individuos.
En resumen, descubrimos que conseguir hacer un mínimo de ejercicio reduce considerablemente la mortalidad. Una hora caminando a paso ligero o 30 minutos a trote o bicicleta por semana es suficiente para salir del grupo de “inactivos” y realizar una mayor cantidad de ejercicio, si bien no disminuye notoriamente el riesgo de mortalidad, sí ofrece muchos otros beneficios para la salud
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