La cocaína es un estimulante poderoso del sistema nervioso central. Incrementa la concentración del neurotransmisor dopamina en los circuitos del cerebro que regulan el placer y el movimiento.
Normalmente, la dopamina es liberada en estos circuitos por las neuronas en respuesta a una gratificación potencial (por ejemplo, el olor rico de una comida) y luego es reciclada de nuevo a la célula que la liberó, apagando así las señales entre las neuronas. La cocaína actúa evitando que se recicle la dopamina, haciendo que cantidades excesivas del neurotransmisor se acumulen en la sinapsis, que es el punto de comunicación entre las neuronas. Esto amplifica la señal de la dopamina y en última instancia interrumpe la comunicación normal del cerebro. Es este flujo de dopamina que causa la euforia característica de la cocaína.
Cuando se consume de forma repetida, la cocaína puede inducir cambios a largo plazo en el sistema de gratificación del cerebro así como en otros sistemas del cerebro, lo que puede llevar a la adicción. El consumo repetido a menudo también crea tolerancia a la cocaína. Muchos usuarios de cocaína informan que tratan en vano de conseguir que la droga les produzca el mismo placer que sintieron la primera vez que la usaron. Algunos usuarios aumentan la dosis para tratar de intensificar y prolongar los efectos eufóricos, pero esto también puede incrementar el riesgo de efectos psicológicos o fisiológicos perjudiciales.
¿Qué otros efectos adversos a la salud tiene la cocaína?
El uso de la cocaína tiene una variedad de efectos en el organismo. Contrae los vasos sanguíneos, dilata las pupilas e incrementa la temperatura corporal, el ritmo cardiaco y la presión arterial. También puede causar dolor de cabeza y complicaciones gastrointestinales tales como dolor abdominal y náuseas. Ya que la cocaína tiene la tendencia a disminuir el apetito, muchos usuarios habituales también pueden sufrir de desnutrición.
Entre los efectos más graves, las personas que consumen cocaína pueden sufrir ataques cardiacos o cerebrales, que pueden resultar en la muerte súbita. Las muertes relacionadas con la cocaína a menudo son el resultado de que el corazón deja de latir (paro cardiaco) seguido de una paro respiratorio.
Algunos efectos de la cocaína dependen del método de consumirla. Por ejemplo, la inhalación regular de la cocaína puede llevar a la pérdida del sentido del olfato, hemorragias nasales, problemas para tragar, ronquera y secreción nasal crónica. La ingestión bucal de la cocaína puede causar gangrena intestinal grave debido a la reducción del flujo sanguíneo. La inyección de la cocaína puede provocar reacciones alérgicas graves y un mayor riesgo de contraer el VIH, la hepatitis C y otras enfermedades de transmisión sanguínea.
Los episodios de uso repetido de la droga al estilo “binging” pueden llevar a un estado de irritabilidad, desasosiego y ansiedad. Los consumidores de cocaína pueden además experimentar sensaciones fuertes de paranoia, un periodo temporal de psicosis paranoica total, durante el cual el usuario pierde el sentido de la realidad y padece de alucinaciones auditivas.