Vivimos en un mundo con prisas, donde hacer varias cosas al mismo tiempo está normalizado y donde las pantallas dominan nuestras vidas incluso en las comidas.
Según un artículo publicado por Jiménez, C. en The Conversation comer rápido tiene un impacto negativo en nuestra salud. La clave está en la manera en que nuestro cerebro responde a los estímulos sensoriales como el olor, sabor y apariencia de los alimentos, un proceso que prepara al cuerpo para la ingestión.
Comer lentamente, saboreando y masticando con calma, activa diferentes hormonas que son esenciales para regular el apetito y la saciedad. Investigaciones han demostrado que quienes comen despacio no solo ingieren menos comida, sino que también disfrutan más de la experiencia y mejoran su memoria de lo que comieron.
Así, comer a un ritmo pausado no solo ayuda a controlar el peso, sino que favorece una digestión más saludable y una mayor satisfacción.
En opinión del Dr. Carbonell y M. Miranda, en la búsqueda de una mejor calidad de vida, la suma de pequeños detalles es importante y sin duda comer con más conocimiento nos va a permitir tener una mejor calidad de vida.
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