Existen determinadas experiencias que nos evocan un tipo de emoción especial. Admiración, asombro, plenitud o inspiración. Pueden ser acontecimientos sociales o culturales, fenómenos de la naturaleza o de otra índole pero coinciden en despertar un sentimiento de admiración hacia algo imponente.
Según estudios recientes, este tipo de experiencias impactantes tienen el poder de beneficiarnos a distintos niveles, favoreciendo nuestra percepción de las cosas, y por tanto nuestra salud mental y comportamiento con los demás.
Hacer puenting, tirarse de un paracaídas, navegar, hacer inmersión submarina, surfear, contemplar el firmamento una noche estrellada, nadar con delfines, ver ballenas, ser voluntario en una ONG, asistir a una conferencia o un concierto y formar parte de la emoción colectiva… y afortunadamente miles de cosas más, son ejemplos de experiencias asombrosas que pueden despertar algo en nosotros. Algo bueno. Las investigaciones apuntan que poseen la capacidad de aumentar nuestro sentimiento de humildad y de reforzar nuestra empatía, es decir, nuestra capacidad para ponerse en la piel del otro, sentir compasión y por lo tanto, obrar con generosidad.
Dacher Keltner, director del laboratorio de Berkeley de Interacción Social de la Universidad de California, ha realizado diversas investigaciones para estudiar este fenómeno. En una de los estudios se encontró que tras exponer a un grupo de estudiantes de secundaria a un emocionante viaje de rafting, los alumnos informaron de estar más comprometidos y curiosos con lo que sucedía a su alrededor. En otra de sus investigaciones publicadas en la revista Emotion en enero del 2015, mostró que las personas con tendencia a sentir emociones positivas y entre ellas la de asombro, mostraban menores niveles de marcadores de inflamación en su saliva. En estudios anteriores se había encontrado que las personas con depresión poseían mayor nivel de inflamación. Jennifer Stellar, investigador principal del estudio afirma que “La emoción de asombro podría ser una gran intervención para la depresión”.
El Dr. Paul Piff , profesor de Psicología de la Universidad de California, atribuye estos cambios a que, en sus propias palabras “Las experiencias asombrosas minimizan nuestra identidad individual y nos sintonizan con cosas más grandes que nosotros mismos” Uno de los estudios realizados consistió en 300 participantes separados en tres grupos a los que se exponían videos diferentes. A continuación los participantes se sometieron a un experimento para medir la generosidad. Se repartían 10 billetes de lotería asignando a cada participante un compañero que no sabía nada del sorteo. Los participantes del grupo que visualizó imágenes editadas para evocar asombro, decidió regalar a sus socios un 25% más que los participantes de los otros grupos. Además estaban de acuerdo con declaraciones como “me siento insignificante ante el gran esquema de cosas”.
Las experiencias asombrosas nos permiten ver más allá de nuestro de ego, sacando en muchos casos, lo mejor de nosotros mismos.
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